Por Rebe Vidales
Cuando comenzamos a mirar hacia nuestro árbol genealógico, le damos un vistazo a todas aquellas dinámicas que se repiten de generación en generación, aquellas lealtades inconscientes que nos mantienen en una rutina repetitiva ante alguno de nuestros ancestros.
Pero cuando lo hacemos desde el amor, podemos soltar aquellos hilos invisibles que no nos permiten avanzar en la vida, que no nos dejar escribir nuestra propia historia con el permiso de hacerlo diferente a nuestro sistema familiar.
Para Bert Hellinger, en su aportación a las Constelaciones Familiares refirió el concepto de los “órdenes del amor” y enfatizó que cuando estos órdenes se respetan, el amor fluye de forma natural y sanadora; cuando se transgreden, pueden surgir conflictos, enfermedades o dificultades personales.
Los tres órdenes del amor son: la pertenencia, el orden jerárquico y el equilibrio entre el dar y el recibir.
- La pertenencia.
Todos los miembros de un sistema familiar tienen el derecho a pertenecer, tanto los que están como los que se han ido. Es ahí, que se deben incluir a todos los excluidos que por vergüenza, dolor o deslealtad fueron rechazados, y que el sistema tiende a compensar esa pérdida a través de las generaciones.
- El orden de jerarquía
Los que llegaron antes tienen prioridad sobre los que llegaron después y así es como han de ser reconocidos, y se crea desequilibrio cuando los que llegaron después intentan ocupar el lugar de algún miembro que llegó antes, por ejemplo, cuando un hijo «cuida» emocionalmente a su madre como si fuera el padre, se generan desórdenes que afectan a la dinámica familiar y personal.
- Equilibrio entre el Dar y el Recibir
El equilibrio entre lo que se da y lo que se recibe es fundamental para que haya armonía, cuando una persona da mucho y no recibe lo mismo, o viceversa, se rompe el equilibrio y puede surgir resentimiento, culpa o dependencia. Y aquí hay que tener en cuenta que sólo puede haber equilibrio en las relaciones entre iguales.
Con los órdenes del amor, Hellinger no dice que no son reglas morales, sino leyes sistémicas que, cuando se respetan, permiten la armonía en las relaciones y el bienestar personal.
Nos vemos leemos el próximo viernes con más de Constelar para Sanar.