JUGAR CARRERA ANTES DEL DISPARO: LOS RIESGOS DEL MENSAJE ADELANTADO

Hay quienes no saben esperar. En la política, como en una carrera de atletismo, hay reglas claras: todos parten al mismo tiempo. Pero en este país de estrategias disfrazadas y discursos disfónicos, algunos candidatos prefieren salir corriendo antes del disparo. Y aunque creen que van ganando, lo único que hacen es arriesgarlo todo.

Un mensaje adelantado —ese que insinúa más de lo que debería, que se viste de informe pero huele a campaña— no solo viola la ley, también erosiona la confianza ciudadana. Porque si desde el arranque se está dispuesto a hacer trampa, ¿qué se puede esperar cuando ya se tiene el poder?

Decir demasiado antes de tiempo no es astucia, es ansiedad política. Es como lanzar fuegos artificiales al cielo sin permiso, sabiendo que tarde o temprano alguien va a ver el humo.

Este tipo de mensajes disfrazados no solo violan la equidad en la contienda, también manchan la cancha antes de que empiece el partido. ¿Cómo construir una democracia seria si algunos siguen jugando con las reglas bajo la manga?

Los mensajes adelantados no solo son faltas técnicas, son faltas éticas. Reflejan desesperación, soberbia o la necesidad de medir músculo antes de tener el permiso para moverlo.

Y sí, el Instituto Electoral puede sancionar, pero el verdadero juicio lo dicta la gente: cuando huele a campaña ilegal, el ciudadano se aleja, se desencanta y deja de creer.

En un país donde la desconfianza ya pesa más que la esperanza, esos juegos de simulación no suman, restan. Porque quien no sabe esperar su momento, probablemente no sepa cómo gobernar el de los demás.

La democracia no necesita acelerados. Necesita responsables. Y en política, la paciencia también es una forma de ética.

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