DI LO QUE PIENSAS SIN TRONAR PUENTES: LA MAGIA DE LA COMUNICACIÓN ASERTIVA



¿Cuántas veces nos hemos quedado con el “hubiera dicho…” atorado en la garganta? ¿O cuántas otras explotamos como volcán sin medir las consecuencias? En el terreno movedizo de la vida —y más aún en el mundo laboral, familiar o social— saber decir las cosas sin herir, sin callar y sin ceder tu lugar, es un superpoder que se llama: comunicación asertiva.

No se trata de hablar bonito, ni de disfrazar la verdad con moños de colores. La comunicación asertiva es ese arte de lanzar tu mensaje como una flecha certera: sin veneno, pero con dirección. Es decir lo que sientes, lo que piensas y lo que necesitas, sin aplastar a nadie, pero sin desaparecer tú en el intento.

Hablar con asertividad no es ser débil ni sumiso. Es tener claridad, valentía y respeto.

Muchas veces confundimos gritar con tener autoridad o callar con ser prudente. Pero en realidad, la autoridad verdadera no necesita subir el volumen, y el respeto empieza por uno mismo. Cuando hablas desde la calma, con argumentos, con límites claros pero con empatía, no solo te escuchan más… te entienden mejor.

Es como jugar ajedrez con las palabras: piensas, mides, decides. Pero no desde el miedo, ni desde el enojo. Desde tu centro. Desde ese lugar donde tu dignidad y la del otro tienen el mismo valor.

Y sí, se vale decir “esto no me gusta”, “no estoy de acuerdo”, “esto me duele”, pero sin explotar ni desaparecer. Se puede ser firme sin ser agresivo. Se puede ser claro sin ser cruel.

Porque al final, comunicarnos bien no es solo cuestión de hablar: es cuestión de construir puentes, no muros. Es entender que cada palabra tiene peso, forma y consecuencia. Y que las mejores conversaciones no son las que ganan una discusión, sino las que ganan claridad, respeto y conexión.

Así que la próxima vez que tengas que decir algo incómodo, importante o urgente, recuerda esto: sé valiente, sé claro, sé asertivo. Tu voz importa, pero también cómo la usas.

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