César Pacheco y su triunfo sobre la adversidad, no es solo una reaparición. Es el renacer de un torero que desafió la muerte y volvió al ruedo con el alma templada por la tragedia y el espíritu inquebrantable de quien nunca se rinde. César Pacheco, novillero zacatecano, ha vuelto.
Su regreso en la Plaza Silverio Pérez de Texcoco, en el primer festejo de la Feria del Caballo, habría pasado como una nota más en el calendario taurino si no fuera por la sombra de aquella tarde aciaga en Calasparra, España, donde el destino lo puso al filo de la muerte. Pero los hombres de temple no sucumben ante la adversidad; la desafían, la encaran y la vencen.
Y así, con la determinación de quien se sabe forjado en el sacrificio, César Pacheco pisó la arena con serenidad, con madurez, con el fuego intacto en la mirada. No hubo arrebato, solo inteligencia, temple y arte. Construyó dos faenas de alto calado, entendiendo cada embestida, exigiendo con suavidad, entregándose con pasión. La plaza lo sintió. La conexión con los tendidos fue inmediata.
No cayó la gloria grande porque la espada no estuvo de su lado, pero la ovación cerrada y el respeto del público fueron prueba suficiente de que en Texcoco, no solo volvió un torero, sino un gladiador de la vida.
Enhorabuena, César Pacheco.
Habemus torero.
Victor Ramírez.