En la columna pasada hablamos del primer orden del amor, la Pertenencia, ahora en esta ocasión es importante explicar el segundo orden, que se refiere a la Jerarquía.
Bert Hellinger, creador de las constelaciones familiares, mencionaba algo fundamental: el amor solo fluye cuando cada persona ocupa su lugar dentro de un sistema, todo esto al observar que tanto en las familias como en otros sistemas hay un orden invisible que sostiene el equilibrio.
De aquí deriva este segundo orden del amor, donde se establece que cada miembro de un sistema debe tener su lugar y su jerarquía respetada, es decir que, en un sistema, los que llegaron antes tienen prioridad sobre los que llegaron después y así es como han de ser reconocidos, y se crea desequilibrio cuando los que llegaron después intentan ocupar el lugar de algún miembro que llegó antes haciéndose cargo de sus responsabilidades.
En una familia, por ejemplo, los abuelos son más grandes que los padres y así ellos llegaron antes que los hijos. No al revés. Cuando un hijo “toma el lugar” emocional o simbólico de un padre, cuando intenta salvarlo, juzgarlo o reemplazarlo, ese amor se distorsiona. Se vuelve desordenado, y muchas veces, doloroso.
Cuando nos hacemos mayores y encontramos una persona para compartir la vida, formamos un nuevo sistema. Ahora el sistema que tiene prioridad es el actual, sobre el sistema de origen.
Cuando empiezas a comprender y aplicar los órdenes del amor en tu diario vivir, empiezas a estar en sintonía con la vida, porque dejas espacio para la armonía en tus relaciones ocupando el lugar que te corresponde y dando lugar a todos los que forman parte, sin emitir juicio. Sólo esto proporciona la paz y la sabiduría en tu corazón.
Nos leemos la próxima semana en este espacio de Constelar para Sanar.